sábado, 17 de diciembre de 2022

Reseña de la traducción de Pedro Alcarria Viera de Las Ciudades tentaculares, Émile Verhaeren.

 


Primera traducción al idioma español del libro Las ciudades tentaculares, del poeta belga Émile Verhaeren (1855-1916), por parte del escritor y traductor Pedro Alcarria Viera y editado por Ediciones Vitruvio en mayo de 2022.

Tuve la fortuna de recitar uno de sus poemas en la presentación en Madrid de dicho poemario y comprobé que este libro me atraería, sin duda.

La ciudad se nos ofrece aquí como un monstruo que con sus tentáculos se va adueñando de campos y llanuras, pero que también trae consigo un progreso. Eso sí, no sin el sufrimiento del obrero ni sin la desaparición del paisaje idílico, cambiado por el humo de las fábricas y el bullicio de masas de nueva población que, como ola gigante, va tragándose los campos e inundando las calles.

Todo el nuevo mundo industrial, la locomotora, varias estatuas, espectáculos, el puerto, poco a poco, van atrapando al lector que se ve irremediablemente atraído por lo que en un principio le produce terror.

Si bien algunas expresiones nos resultarían lejanas a los lectores contemporáneos, Pedro Alcarria busca, en su traducción del poemario de Verhaeren, palabras que podamos comprender bien sin dejar de respetar la idea y el significado originales. Tarea nada sencilla y que su traductor parece conseguir con naturalidad y soltura.

Trágico final, sin embargo, el de Verhaeren, que falleció al ser atropellado por la locomotora a la que canta en sus poemas.

En conclusión, un texto muy interesante y una traducción muy acertada.

He disfrutado de su lectura y lo recomiendo para saborear buena poesía y, a un mismo tiempo, empaparnos de los acontecimientos de la época del autor.


Marisol Santiago.





martes, 23 de agosto de 2022

Somos grieta, de Francisco Javier Gallego Dueñas


 Resucito este blog  para escribir sobre un poemario que he leído con auténtico deleite.

A menudo, mis lecturas son para informarme, por cultivarme, por obligación, por compromiso... No ha sido este el caso. El libro me ha enganchado y no he podido soltarlo hasta terminarlo. He salido de él magullada, pero encantada.  

Somos grieta, es un poemario que, desde su aparente brevedad y sencillez, guarda la profundidad filosófica del caos vital, verdaderas bofetadas de realidad que se leen con una gratitud casi masoquista. 

Será porque no soy fan de lo almibarado ni del exceso de positivismo que también por este motivo los poemas de Gallego Dueñas me han cautivado. 

Tras un prólogo de Hilario Barrero, se estructura en tres partes, aumentando cada una de ellas la intensidad o mejor, dicho, introduciéndonos cada vez más en el infierno cotidiano, hasta darnos de bruces contra él.  

Los títulos nos resumen lo que nos aguarda: Somos grieta, El óxido nunca duerme y Criaturitas. 

Poemas rotundos, bellamente reales. Y digo bellos, sí, porque en el dolor también se puede hallar belleza si está tan bien escrito como estos poemas, de los cuales destacaría: El espejo y la máscara, Ícaro, El óxido nunca duerme, Higiene sentimental, El hogar del cobarde, Sala de espera y Das vampiren.

Reproduzco dos de ellos tras hacer mención de cómo Gallego Dueñas concluye su poemario citando a Leonard Cohen: “There is a crack, a crack in everything. That’s how the light gets in”.

Somos grieta, sí, pero necesitamos esa herida para dejar que entre la luz.



El espejo y la máscara


Conocí una vez a un hombre,

solo de vista, no fuimos amigos.

Cuando fue niño no quería ser niño.

Era muy maduro para su edad.

Conocí a un hombre

que cuando fue adulto tampoco

quiso volver a ser niño.

Nunca supo ser niño,

pero se manejaba tan torpemente

como los niños.

Conocí a un hombre,

solo de vista,

en el espejo.


Das vampiren


Como quien muerde un cuello, beber libros,

las almas atrapar de los que escriben

y con ello ser inmortales.

Sin eterno descanso, alejar la muerte

página a página vagando.

La sutil dentellada que los ojos

acometen en cada verso.

Leer es aspirar alientos tenues

y dormir, cada día, en un lecho

de tierra propia.



Somos grieta, de Francisco Javier Gallego Dueñas